«Ya son las 7:16 y el cadáver del minuto que pasó me dice – tu estrategia te arruinó- no queda más, que ir aprendiendo a vivir solo… Si te quedan agallas» Minutos – Ricardo Arjona.
Fueron 8 minutos de idilio, de creer que la serie se podía competir, e incluso, de ilusionarse con meter el batacazo de eliminar a un equipo que hace menos de un mes jugaba la semifinal del Mundial. La quimera tenía algo de realidad.
Un América agresivo, con hambre, con enjundia, salía raudo en busca de la anotación que le permitiera obtener algo de ventaja en las primeras de cambio, pero perdonó, con dos balones que bien pudieron terminar en el fondo de la red, y con rivales de pergaminos como Fluminense, eso se paga, y muy caro.
El contrario ni siquiera había pateado al arco, y en el error más inverosímil para un partido de tal magnitud, se pone por delante. El plan se va abajo, América se desconcierta, su gente lamenta lo que, por cuenta de lo que se malogró, no pudo ser.
14 minutos basaron para aterrizar de golpe con la realidad. Pestaña ve picar la pelota, no la pelea, no la revienta al tercer piso, Canobbio saca un misil que vence a Soto y el panzazo es evidente. Normal, el hace dos años campeón de América, y hace semanas semifinalista del mundo, pega el totazo a la mesa y saca a relucir su favoritismo.
Después, nada que no se haya visto antes. Un cuadro americano intentando desde el bravío, más que las ideas, y el «Flu» aguantando, preservando lo obtenido en una ráfaga de 6 minutos, y con una sensación de que, si acelera, se lleva algo más. Nos pasaban el presente de uno y otro por la jeta.
92 minutos tuvimos que esperar para lograr ese Gol que, si entraba al ‘2, o al ‘4, ponía el trámite de partido totalmente distinto, pero que solo sirvió para descontar un marcador que, por el trámite, y lo que se intentó demostrar en el gramado del Pascual, salvo esos 6 minutos fatales, se antojaba largo, y hasta un poco injusto.
-El ya muy resistido- Barrios se sacó la mufa qué cargaba hace casi un año, aunque da guayabo pensar qué sucedía si lo lograba en los albores del partido. La afición lo grita tímidamente, el 7 se saca la furia, y el semblante cambia un poco, no así la molestia contenida por la forma tan tonta de perder en la ida.
Habrá que pensar en la hazaña en el Maracaná, porque así el testarudo pensamiento de hincha que nos lleva a convencernos de que es posible. Habrá que tenerle fe al escudo, y a los jugadores que hoy lo defienden, y rogar al santo de la devoción por lo que hoy solo podría ser un milagro.
Nos queda tener una mínima de fe, de esperanza por una noche épica el próximo martes y sobre todo, abogar por que, por una vez en la vida, los minutos letales caigan para el otro lado, y que los nuestros, con la cabecita puesta en lo que se juegan, puedan sacarle provecho.
Por ahora, lo del «Maracanazo», lo del golpe a la mesa, volvió su estado inicial: una quimera.
Cualquier sugerencia, queja, o lo que quieran manifestarme, pueden hacerla a través de mi cuenta de Twitter @UnMequetrefeMas; nos leemos en una próxima oportunidad en este “Rincón del Turco”. Un abrazo para todos