«Buen día, hermosa mañana, ¿Verdad?» Guillermo Francella – Comediante y actor argentino

Lo dije en Twitter en la previa, me lo repetí anoche durante todo el partido, y lo vuelvo a decir en el amanecer del domingo: En mi casa me enseñaron que este era el partido que había que ganar. Por lo menos, desde el lado de mi papá, que siempre quiso verme con esa camiseta verde y blanca enfundada en el pecho. Lo que el viejo no tuvo en cuenta, es que, tal vez, uno de los escasos actos de rebeldía de mi vida, ha sido posarme en la vereda roja, convirtiéndome en antípoda de lo que tanto se me quise inculcar, y sobre todo, pensando en que esa camiseta que tanto quisieron verme puesta, es, por lo menos desde el 2000, la que veo y quiero ganarle, la que representa todo lo que no quiero ser, mientras que ese trapo rojo desdeñado y odiado en el seno de familia, es el que me envuelve, me apasiona, y me ha dado amigos, momentos e historias que dudo mucho que del otro lado hubiera podido vivir.

Con esa convicción pensé en el encuentro frente Atlético Nacional. Estaba podrido, la verdad; podrido de no ganarles, de salir con la cara agachada, de las burlas y de las llamadas a medianoche cuando estos fueron y nos ganaron en el olímpico. Tenía la llamada del viejo después del partido de copa muy presente, y con esa misma bronca desee con el alma que los jugadores de América salieran a encarar el partido. Y vaya si los futbolistas lo hicieron. Anoche me sentí representado como hincha; pareciera ser que los futbolistas se miraron el escudo, miraron el marco espléndido del Pascual a reventar, recordaron ese infausto partido de hace un par de meses, y salieron raudos y decididos a cobrar las cuentas pendientes ante la arrogancia.

Barrios levantó la cabeza, jugó como en el barrio, valga la redundancia; Darwin Quintero se despertó de la siesta y ofreció ese fútbol que tanto nos enamoró en los primeros meses del año, y que parecía refundido desde los cuadrangulares del semestre pasado; Soto fue fundamental cuando en el arranque del compromiso, y también en la segunda mitad, ellos se quisieron montar en el resultado. Paz fue el Mariscal que tanto nos dio en el bicampeonato; Jader Quiñones se comió la cancha enterita, demostrando que su contratación no fue en balde, el pela´o Escobar hizo ver que tenía, fácilmente, 100 partidos en primera, cuando duras penas llega a 10. Adrián fue capitán más que goleador, entregó, se asoció y propuso. Salvo instantes de duda, el partido de Andrade y García fue correctísimo, y los cambios surtieron efecto. A pesar del penal, Leys cumplió a cabalidad, Cardona se propuso pausar y repartir el queso como se le diera la gana, e Ibarbo gana confianza, lucha, pelea, y el premio es el tercer gol.

 

Y sin medias tintas: Honor a quien honor merece. El partido que planteó Lucas González es simplemente magnífico. Sí, nunca he ocultado que he sido escéptico del proceso, pero tampoco he esperado su caída para vanagloriarme de una insulsa razón. Por ese mismo motivo, tampoco me tiemblan los dedos para reconocer el trabajo que el adiestrador bogotano hace evidente en el equipo. Lo de ayer fue alta escuela, de pizarrón, de táctica, de entendimiento del juego. Los dos primeros goles son una oda al fútbol bien jugado, a la distribución de pelota con propósito, al intercambio de roles, a la interpretación que le deben dar los futbolistas. Eso es lo que hace algunos años se solía Llamar «muñeca», y desconocerlo, sería tanto como una afrenta al resultado mismo, y a un proceso cuyo respaldo no ha sido solamente una declaración a la prensa, ataviada de un manojo de palabras al viento.

Ayer América jugó un clásico, y la expresión sonará tonta, pero es que en los últimos clásicos se nos había olvidado jugar. Volvimos a competir mirando a la cara al odiado rival, cuando estábamos casi que acostumbrados a posar la mirada hacia arriba. Volvimos a pasarles por encima la camiseta de América de Cali, y eso es algo que al hincha le satisface. Abofeteamos a la arrogA/Ncia, como se debe hacer cada vez que nos encontramos en un terreno de juego, y eso se siente distinto. Me quedo con la felicidad de lo vivido, creyendo en que algo más puede ser posible, que este equipo tiene con qué ser protagonista, y sobre todo, con el hermoso gustito de que está vez, la llamada a la media noche, la hice YO.

¡Teng4n un4 lind4 sem4n4!

Cualquier sugerencia, queja, o lo que quieran manifestarme, pueden hacerla a través de mi  cuenta de Twitter @UnMequetrefeMas; nos leemos en una próxima oportunidad en este “Rincón del Turco”. Un abrazo para todos.