«Los restos del naufragio quedaron esparcidos, o desaparecidos, o rotos. Nos queda el presente, que ya es suficiente, y no nos debe faltar, nos queda la suerte que, si se balancea un poco, nos puede tocar» Los restos del naufragio – Enrique Bunbury.
Faltaba el bombazo definitivo para hacer naufragar este barco, esa última bomba que mandara todo por los aires y desatar a lo que ya se cocía en ciernes. Solo basta un pequeño empujón, para desatar lo que ya se prevé es una tormenta de proporciones escandalosas.
Pero, tal vez, era esperado. El equipo de Raimondi jamás se encontró en la cancha, salvo algunos pasajes de aquel partido de ida contra Bahía en Sudamericana.
El resto del ciclo no han sido más que desvaríos en el terreno de juego, en las decisiones técnicas, y salías en falso de una directiva que absolutamente perdió el norte.
Era más que previsible entonces, que una derrota ayer en el Armando Maestre daría fin, aunque al momento de escribir estas líneas no es oficial, a un periodo tan frágil e inexperto, y que nunca debió suceder.
En menos de dos meses se mandó por la borda todo lo que se había medianamente construido. Afuera de Sudamericana, supuesto gran objetivo del año, y con una imagen paupérrima, con la copa embolatada, con una liga que, ni ganando los dos partidos que están aplazados nos monta de nuevo seriamente a la conversación, y que lo tiene en su campaña más pírrica desde que volvió a primera división, y hasta con la reclasificación, en la que éramos punteros, pasando a estar afuera de todos los torneos internacionales del año que viene.
Pero es que no es sólo uno numérico, también actitud y la aptitud. La plantilla nunca se encontró, nunca dio visos de tener una estructura seria, un plan de juego, una idea. Y de la aptitud… Hay jugadores que claramente, ni tratando de buscarles un puesto, han dado pie con bola en este plantel, y otros, cuyo ciclo en la institución está más que cumplido.
Se romperá el lazo desde el eslabón más débil, porque siempre será más fácil echar a uno que a 23, y empezará la danza de hojas de vida, las declaraciones en los programas del mediodía, y el correteo por la chiva de encontrar el sucesor.
Y de la misma forma, han llamado al otrora capitán, aquel que dejaron ir por la puerta de atrás en diciembre del año pasado, para que en un arreón de testiculina, amor por el escudo, y la bendita costumbre que tuvo de siempre marcarle a los de la acera de enfrente, rescata algo de este barco hundido, en un clásico que pinta descafeinado, y con ambos protagonistas en horas muy bajas.
Pero el problema estructural sigue arriba, de quienes manejan los hilos de esta institución, de quienes hoy gozan en el poder y no lo quieren soltar, y que incluso, tienen la cara mirar al hincha y burlarse socarronamente, porque su puesta está asegurado, porque solo les basta con hablar al oído para imponer su terrorífica presencia.
Nos queda solamente levantar lo que se pueda, tratar de construir algo sobre lo ya derruido, y pensar que el domingo, por puro respeto y vergüenza, saldrán a ganar el Derby, porque, en medio de los trozos que van a la deriva, no tienen ni cómo mirar a la cara a una hinchada cansada de decepcionarse.
Cualquier sugerencia, queja, o lo que quieran manifestarme, pueden hacerla a través de mi cuenta de Twitter @UnMequetrefeMas; nos leemos en una próxima oportunidad en este “Rincón del Turco”. Un abrazo para todos.